viernes, 16 de octubre de 2015

16

Un aroma de coñac y arroz con leche
persiste frente al balcón que mira a la alameda.

La justicia
desbocada sobre caballos de acero
cubrió el mantel de Noche Buena.

La abuela amarró sus nietos a las medias,
pero llegó la noche de pezuñas oxidadas y de mujeres
que masticaban gritos
y pavimentos heridos por voces de refugio.

El barco abrió su vientre
y encubó
desgarros de gaviotas.

Lejos quedó
la casa sin tejado,
podridas las paredes
y olor de rata entre ratas muertas.

El aroma
del  arroz con leche
quedó pegado a las paredes,
sin cuerpos, las silla vacías
y el humo de los puros vagando
entre bombillas apagadas.


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