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Jugábamos;
cada disparo era una
verdad
en el rostro errático del
aire.
Cada noche surgían
montañas
entre mantas y rodillas
o la imagen de un guerrero.
Mi piedra rompió el
cristal
para parir desnuda la
mentira;
brazos cataratas me
cubrieron
y un aroma de leche con
canela
descansa
sobre mis párpados
antiguos.
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