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Cayó el arnés de metal
sobre la alfombra,
un destello sin nombre,
una corona.
Su barca oscilante entró
en mi pecho.
El pupitre de la
infancia;
y el azogue gris
no manchaban nuestros
dedos.
Gotas de hielo derretido,
el lila y el rojo
se fundían,
y el silencio.
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