martes, 3 de noviembre de 2015

33

Mi madre tejía alas entre los olivos,
y un tren rasgaba la campiña.

Es doloroso ver mi cara en el cristal
y saltar a la estación
cuando están desiertos los andenes.

Palpo máscaras,
escucho alientos,
y estoy pegado a la pared
junto a los relojes.
Las vías me niegan el saludo;
“llora”, dice la brisa,
y mi cuerpo, sin billete, se estremece.

Hoy, madre sigue bordando
y sonríe desde dentro del espejo.

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