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(En
Edimburgo)
Líneas ascendentes
lloran por ventanas de
luces mortecinas,
hablan con gárgaras de
lluvia
y desvelan silencios de
moqueta
a la hora del té de media
tarde.
La ciudad es una coraza
blanca
en grados Farenheith,
“pubs” donde una luz de
duelo
golpea el esperma de las
jarras.
Hay un gozo de abrigos y
de guantes
que se funde entre
caricias.
Y música de gaitas cerca
de Saint Andrews
como un lamento lleno de
nostalgia.
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