Fuego
En
la vorágine
del
humo del bosque sin levante,
brazos
se agitan por las cumbres,
espirales
intocables:
rojo
al rojo de la llama.
Sirenas
de angustia condenada
y
agujas en la brasa.
¡Dios
de los ovarios de la tierra!
El silencio nos responde
con
el ruido del silencio.
Murmullo
de hojas prohibidas.
Caminos
dictados por el viento
son
ahora fuego
acotado
por las copas de los pinos.
Daremos
gracias
al
mal no acaecido.
¿Es
así, Señor?
Siempre
igual:
el
comentario tabernario
y
el castigo.
Las
ventanas mirando hacia los cielos,
las
abuelas asidas a la puerta
y volantes
vistiendo
la copa de los pinos.
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