ALMENDRO
Giraba el volcán
Ovario,
playa de roca negra,
y alisios maternales.
¿Habían nacido los almendros?
¿Ofrecían su miel los higos
y su jugo las tuneras?
El volcán giraba.
Un sol espiral
se hacía dios de fuego
sobre un altar de piedra
y un silencio a punta de machete.
Desde entonces espera el lagarto
escondido en el barranco,
el verode muere de nostalgia,
y la buganvilla llora sobre tapias encaladas.
Lloran
trozos de desierto trasplantados
frente al mar de los naufragios.
Y la voz callada
se esconde entre las olas,
y se queja
-de la lógica
del ángulo
-de la
inquietud de los balances
-y de
sintagmas ocultos.
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